“GANADORA DEL 1º CONCURSO LITERARIO BUBOK Y LA FACTORÍA DE IDEAS”
Este no es el relato de un romance. Es un viaje, una aventura de treinta y tres años, seducidos por la vida de dos personas cuyos caminos parecen estar trazados para cruzarse en diferentes momentos. Es una novela de amores y desencantos, de reencuentros y recuerdos, de proyectos e ilusiones, de aciertos y fracasos, de destinos. Un trazado de largo recorrido que conforma un universo tan insólito como la propia realidad.
1995 TOLEDO… Y UNA PROMESA (Fragmento de la novela)
—¿Sigues pintando? —me pregunta mientras paseamos
abrazados entre los arcos apuntados del claustro bajo de San Juan de los Reyes.
—No, ya te lo dije. —La miro—. Perdí a mi musa, tal
vez ahora…
—¿Te acuerdas de aquella tarde en el Pont Saint-Michel?
Los recuerdos que están grabados en el corazón sólo
sangran nostalgia en las noches de soledad.
—El cuadro está en mi casa y la tarde nunca se borrará
de mi memoria. ¿Y el dibujo? ¿Lo conservas?
Algunos objetos se convierten en talismanes por ser
capaces de transportarnos a ese momento en el que sólo importaba eso, el
momento. No había después, no hacía falta.
—Nunca me desharía de él, Tony. —Se detiene para
mirarme fijamente—. ¿Por qué fuimos tan estúpidos?
Durante unos instantes nos quedamos en silencio,
contemplando los jardines del patio frente a la puerta de la Verónica. Estamos
solos, los únicos que en ese momento visitan el claustro. La miro sin conseguir
responder a la pregunta que lleva quince años atormentándome. Hay lugares donde
el tiempo parece haberse detenido, pero no conozco ninguno donde se pueda dar
marcha atrás, recuperar los errores en el mismo instante en que van a
producirse. Beso su frente intentando, en silencio, conseguir que me perdone
por haberle negado la felicidad, por haberla empujado con mi necedad, a una
vida que ella no buscaba. No se puede romper el vuelo de un ángel, ella me
devuelve el beso intentando apagar la lágrima de culpabilidad que se desliza
por mi cara.
—¿Dónde lo tienes?
—¿El qué? —me pregunta.
—El dibujo.
—Está en casa de mis padres, en la que todavía sigue
siendo mi habitación. ¿No pensarás que me lo iba a llevar…
—¿Qué sabe de mí?
—Nada. Esa fue una historia de mi juventud que se
quedó en París. Ni se imagina que seas el mismo.
—No pienso volver a ser tan estúpido, esta vez no. —La
cojo por los hombros y la miro fijamente—. No me importa nada, ni tu
matrimonio, ni tus compromisos…
—Tony…
—Esta vez no, Marina, no te voy a llorar otros quince
años. ¿Ves este templo? Se construyó
gracias a la determinación de alguien que no dudó. Yo estoy decidido a
construir nuestro futuro juntos, nada me lo va impedir.
Me mira con los ojos empañados.
—Joder, Tony…
—¡Aquí no se dicen tacos, collons!
Le robo la sonrisa que buscaba. Salimos del monasterio,
atravesamos la plaza y, abrazados, enfilamos por la calle de los Reyes
Católicos. Suenan dos campanadas. De pronto se detiene, me mira y me acaricia
la cara diciéndome:
—Ayer sonaban las campanas. Anoche, en el balcón.
Sus ojos brillan pero yo detengo la mirada en sus
labios.
»Sí, Tony, sí.
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